Nació en Managua, fue promotora del Grupo
Gradas en los años de la lucha contra la dictadura de Somoza. En sus
libros de poesía, la rebeldía del amor se junta a la rebeldía en el
combate. Pertenece a la generación de los setentas, se desempeño como
periodista de La Prensa de 1971 a 1973, merecedora del premio a la
poesía joven, Leonel Rugama, y otros.
Es digna representante de la mujer nicaragüense, con ideales propios y un carácter firme, expresados con libertad y mucha creatividad. Llegó a asumir el cargo de Primera Dama con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista, de 1988 a 1990 y dirigió el Instituto de Cultura, en esa etapa de gobierno. Actualmente es Primera Dama de la República y Coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía
OBRA:
Gualtayán, 1975
Sube a nacer conmigo, 1977
Un deber de cantar, 1981
Amar es combatir (antología), 1982
En espléndidas ciudades, 1985
Es digna representante de la mujer nicaragüense, con ideales propios y un carácter firme, expresados con libertad y mucha creatividad. Llegó a asumir el cargo de Primera Dama con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista, de 1988 a 1990 y dirigió el Instituto de Cultura, en esa etapa de gobierno. Actualmente es Primera Dama de la República y Coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía
OBRA:
Gualtayán, 1975
Sube a nacer conmigo, 1977
Un deber de cantar, 1981
Amar es combatir (antología), 1982
En espléndidas ciudades, 1985
POEMA:
Hombre, de qué nos sirven las noches
Hombre, de qué nos sirven las noches
si hemos abandonado el amor
solo a su propia suerte
mudo y arrinconado como una anciana guitarra
que dejó de cantar.
Para qué sirve la brisa, este amarillo que encendimos
los barquitos de papel sobre el estanque del parque
los chingorros brillantes que dejamos
sobre la misma pared donde claváramos, ilusionados, los sueños.
De qué nos sirve este montón de esperanza entre las manos
a qué jugar con gotas de rocío que nos empapen el cuerpo
con tardes que nos enciendan el pelo
a qué, si hemos perdido la tierra
y la batalla.
Hombre, de qué nos sirven las noches
si hemos abandonado el amor
solo a su propia suerte
mudo y arrinconado como una anciana guitarra
que dejó de cantar.
Para qué sirve la brisa, este amarillo que encendimos
los barquitos de papel sobre el estanque del parque
los chingorros brillantes que dejamos
sobre la misma pared donde claváramos, ilusionados, los sueños.
De qué nos sirve este montón de esperanza entre las manos
a qué jugar con gotas de rocío que nos empapen el cuerpo
con tardes que nos enciendan el pelo
a qué, si hemos perdido la tierra
y la batalla.
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